“En Asia, a diferencia de los países satisfactorios, la tasa de pobreza en la vejez no está disminuyendo”

ASi bien las tasas de pobreza de la población en general se han reducido drásticamente en el este de Asia como resultado del notable desarrollo económico de las últimas décadas, no es el caso de las personas mayores, al contrario de la situación observada en la mayoría de los países satisfechos con el nivel de desarrollo comparable. . Un equipo internacional de economistas y sociólogos coreanos, japoneses, taiwaneses y chinos está analizando las causas de esta brecha (“¿Qué hace que la pobreza en la vejez sea tan alta en las sociedades de Asia oriental? », Inhoe Ku, Wonjin Lee, Aya Abe, Zhu Mengbing, Li Shi, Chungyang Yeh, Dongjin Kim, LIS Working Paper Series nᵒ 842, 2022).

Por convención, los autores fijan la línea de pobreza en el 50% de la mediana de ingresos disponibles para calcular la tasa de pobreza relativa. China tiene la tasa más alta para toda la población (21%), Taiwán la más baja (10%), Japón y Corea del Sur están en el medio (16,1% y 14,6% respectivamente). A modo de comparación, estas tasas oscilan en Occidente desde el 5,7 % en Dinamarca hasta el 16,7 % en los Estados Unidos.

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Se espera que los resultados sean diferentes para las personas mayores de 65 años. El caso más destacable es el de Corea del Sur, ¡donde la tasa de pobreza en esta categoría alcanza el 47,2%! La diferencia con la tasa media (para el conjunto de la población) también es significativa en Taiwán (26 %) pero más moderada en China (27 %) y especialmente en Japón (19 %). Esta brecha es, en cambio, inexistente o débil en Dinamarca, Finlandia, Alemania o Italia, y algo mayor en Estados Unidos. La única excepción occidental es Australia, donde esta tasa, 26,5%, es más del doble del promedio de la población.

Un enfoque global indispensable

Comprender estas diferencias entre los países asiáticos y los países en desarrollo requiere adoptar un enfoque global, porque muchos factores pueden afectar estas cifras: variables sociodemográficas (edad, género, educación, proximidad del lugar de residencia al resto de la familia), fuentes de ingresos (trabajo, incluso después de la jubilación, transferencias intrafamiliares, transferencias sociales), activos (posesión de activos financieros o vivienda).

Para estudiar el peso de estos determinantes, los autores utilizan datos comparables del año 2013 en los diez países estudiados. Sus resultados contradicen ciertas ideas recibidas.

En primer lugar, el nivel educativo de los mayores, inferior en promedio al resto de la población por efectos generacionales, contribuye a su mayor pobreza, excepto en Japón, donde la masificación de la educación es mayor. Entonces, el hecho de que varias generaciones vivan bajo el mismo techo –un fenómeno en declive en Asia pero todavía mucho más importante que en los países revelados– reduce los índices de pobreza.

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