«Un Roland-Garros sin Nadal, no tiene el mismo sabor», en París, la afición huérfana de su campeón

Por primera vez en diecinueve años, Roland-Garros ha comenzado sin su rey. Muerto en el alma, o mejor dicho con su cuerpo defensor, Rafael Nadal tuvo que renunciar al torneo de la Porte d’Auteuil, símbolo de su (casi) absoluta monarquía en la tierra: 112 éxitos conseguidos en su reino, por sólo tres derrotas. En 2022, con 36 años, el español había ganado su decimocuarta Copa de Mosqueteros -en un pie-, diecisiete años después de su primera coronación. Este año, fue su cadera recalcitrante la que la obligó a rendirse diez días antes del lanzamiento de la quincena.

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Un evento en el microcosmos del tenis y más allá, incluso si el anuncio fuera un secreto a voces. Desde el 18 de enero y su eliminación en segunda ronda del Open de Australia, lesionado en el iliopsoas (músculos situados en la región pélvica), el zurdo no había vuelto a la pista de competición y todos los semáforos estaban en rojo.

La última vez que se disputó el Grand Slam parisino sin la presencia de Nadal (lesionado en el pie) fue en 2004: Jacques Chirac era presidente de la República y la cancha número 1 (destruida en 2019 como parte de la modernización del recinto) aún se sentó orgullosamente detrás de la Place des Mousquetaires. Entonces, en los pasillos de la Porte d’Auteuil, esta edición de 2023 no es como las demás. Cerca de la entrada principal del torneo, la cola siempre está llena para hacerse una foto frente a la estatua del icono fijando en acero su mítico golpe de derecha «lazo», obra de su compatriota Jordi Diez Fernández incluida por el propio mallorquín en 2021 .

“Nadal es el icono”

«Este año no es un Roland-Garros de verdad, porque Roland-Garros es Nadal», insiste Régis Delavictoire (no se puede inventar). Como admirador de ‘Rafa’, el cincuentón, el lunes 29 de mayo desde Seine-et-Marne con su hijo Léo, se dice «depreciado» por el paquete campeón: “Claro que hay buenos jugadores, pero Nadal es el icono. Es un símbolo, por su cultura de ganar, y un modelo de respeto y humildad: debe ser tomado como ejemplo en todas las escuelas de tenis y en el mundo. » La ausencia del dueño del lugar hace » un poco triste » León: «No es un negocio como siemprelamentar el niño de 12 años, gorra y polo con el logo de la equipación de su ídolo, normalmente él siempre está ahí…”

Dieciocho años que el español escribió en estas canchas una página de historia única en los anales del tenis, y en los del deporte en general. Una fuerza, Roland-Garros y Nadal casi habían terminado convirtiéndose en uno. » Le echamos de menos, un Roland-Garros sin él, no tiene el mismo sabor y no es tan emocionante», testifica Michèle Duclovel, 38 años, de Val-de-Marne. A su lado, Rebecca Ramphul sigue luchando por hablar en pasado: «Todos los años es un placer verlo en la final, yo conservó Espero que esté allí”, lamenta la joven de 32 años.

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