Releer a Vasily Grossman a la luz de la guerra en Ucrania

“Life and Destiny” (Zhizn i Sudba), de Vassili Grossman, traducida del ruso por Alexis Berelowitch y Anne Coldefy-Faucard, prólogo de Luba Jurgenson, Calmann-Lévy, 1.200 p., 31 €, digital 30 €.

“Por una causa justa” (Za pravoye delo), de Vassili Grossman, traducción de Luba Jurgenson, Calmann-Lévy, 1.100 p., 31 €, digital 30 €.

“Todo pasa” (Vso techot…), de Vassili Grossman, traducción de Jacqueline Lafond, prólogo de Linda Lê, Calmann-Lévy, 300 p., 21,90 €, digital 16 €.

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Un libro que asustó tanto a uno de los estados más poderosos de la historia que su policía intentó hacerlo desaparecer por completo. Una obra que testimonia la intrépida lucha de un pensamiento por desgarrarse de las creencias que lo tenían sometido. Este libro es vida y destino, de la que la KGB se apoderó, en 1961, de todos los textos mecanografiados e incluso de las cintas de las máquinas que utilizaban para mecanografiarlas, y de la que Mikhail Suslov, el principal ideólogo de la Unión Soviética en aquel momento, dijo que no podía comparecer ante dos cien años. Esta obra es de Vasily Grossman (1905-1964), quien comenzó su carrera como un escritor soviético estándar y terminó con Todo vale, su último libro, al escribir una acusación radical no solo contra la URSS, sino contra la Rusia milenaria como tumba de la libertad y como imperio. La obra de Grossman es un himno a la libertad, y es en sí misma el acto heroico de una libertad en proceso de conquistarse a sí misma.

Si vida y destino Si solo fuera la historia de la Batalla de Stalingrado (julio de 1942-febrero de 1943), sería una de las historias de guerra más formidables que existirían, pero eso sería todo. Sin embargo, es también, y sobre todo, una historia de almas (sí, esta palabra bernanosiana, como es bernanosiano este movimiento de pensar contra su tradición), la crónica de sus debilidades, de sus pequeñas cobardías, de sus dudas, de sus arrebatos. Lo que lo hace tan apasionante de leer es que este enorme e infinitamente delicado libro es capaz de describir tanto el gran escenario de la guerra como la ridícula vejación del gran médico que recibe del Partido el mismo paquete de comida que un nulo científico, o su orgullo infantil cuando Stalin, a quien sin embargo sabe que es un tirano, lo llama por teléfono (y la ironía de estos episodios es tanto más notable cuanto que este personaje es, en la novela, el representante del «autor»). Es la historia de los mil trucos, a menudo lamentables, que las almas preocupadas y débiles inventan contra el miedo, no el miedo al enemigo: el miedo al Estado-Moloch.

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